Entrevista. El Corazón del Héroe

 

JUAN JOSÉ FLORES: <<A veces me parece que me enfrento a una novela más con actitud de arqueólogo que de constructor>>

 

PREGUNTA: La magia es uno de los ejes principales del relato. Casi todos los personajes ocultan algo, pero a la vez se esfuerzan por descubrir el artificio para ver el truco que se les escamotea. ¿Podemos vivir sin mentir o sin ser engañados?

 

RESPUESTA: Me parece muy difícil. Ya de niños nos gusta disfrazarnos, o sea escondernos, o sea mentir, y hasta vestirnos como los héroes que admiramos, ser ellos de algún modo. No digamos en la adolescencia, con su casi desesperada búsqueda de una identidad grupal, para ser aceptados. Continúa el disfraz, el camuflaje, el mimetismo. Ir creciendo parecería ser un ir habituándose a las sucesivas máscaras, casi siempre debido al viejo temor a ser rechazados, a quedarnos fuera de algo, y entonces el juego deja de ser divertido. De ahi el posterior prestigio emocional a desenmascararse, a desnudarse, a mostrarse tal cual es uno, a decir la verdad y confesar; qué liberación.

 

P: El sueño, como en novelas anteriores, tiene un peso fundamental en la trama. ¿Utiliza sus propios sueños como materia narrativa?

 

R: En general, no. Tal vez algún fragmento suelto se haya colado. Los fragmentos son a veces más interesantes que el conjunto. Lo que de verdad me importa de los sueños, no son esos que resultan absurdos o claramente incoherentes, a los que se les ve a la legua que son sueños, y tiene uno la sensación de ir en una montaña rusa; a mi me fascinan los que parecen la realidad -sea eso lo que sea–, y que cuando uno despierta podría creer que ha vivido realmente un retazo de otra vida. Eso sí lo encuentro mágico. Es como una especie de reencarnación a pequeña escala, un mecanismo que nos libera en parte de ser quienes somos durante la vigilia, aunque no del todo. Algo parecido nos sucede cuando nos entregamos de veras a una ficción. Los sueños podrían ser el mejor truco de magia, y nos lo hacemos a nosotros mismos, a diario.

 

P: Alguna vez ha afirmado que en el proceso de escritura se deja llevar por la intulción. Sin embargo, durante la lectura no hay atisbos de fisuras o incoherencias narrativas de ningún tipo. ¿En qué momento apuntala la férrea estructura de sus novelas?

 

R: Es difícil de explicar. A veces me parece que me enfrento a una novela nueva más con actitud de arqueólogo que de constructor, como si supiera que existe una ciudad antigua enterrada en algún lugar, y yo debo ir sacándola a la luz, descubriendo su estructura, forzosamente devastada, y en parte tuviera que ir restaurándola sobre la marcha para poder mostrarla a otros. Esa “restauración” sería el apuntalamiento paulatino, tal vez. También me gusta comparar el proceso con una improvisación musical –otra de mis pasiones–, lo que en el mundo del jazz se denomina “una Jam session”. Un grupo de músicos se encierran juntos y empiezan a tocar y tocar, a veces durante horas. Todos tienen experiencia, horas de vuelo, aman la misma música y se dejan llevar por la intuición y por la música que va surgiendo. Si esa sesión se graba, luego se ve que hay una verdadera coherencia, como si los músicos hubieran ensayado antes exactamente lo que iban a tocar. Con una novela, sobre todo si apuestas por un argumento definido, llega un momento en el que hay que sacrificar cosas o reconducirlas debido a esa exigencia de coherencia, pero se hace sobre la marcha. El mayor trabajo, para mi, es el que luego no se ve, lo que no queda en el libro.

 

P: Resulta sorprendente que una novela tan cargada de historias cruzadas no ocupe muchas más páginas y además se lea con total claridad. ¿Busca conscientemente esta concisión?

 

R: No la busco conscientemente, pero digamos que luego me la agradezco a mí mismo. La verdad es que no soporto ciertos vastos territorios de algunas novelas que, como lector, uno eliminaría gustoso. El proceso que he mencionado, de seguir la intuición, a mi me suele llevar de lo complejo a lo simple y no al revés. Hay una tendencia a sintetizar, a no complicar las cosas ni engordarlas, sino más bien a desenmarañarlas. De todos modos, no soy enemigo de la extensión ni mucho menos, sobre todo si está justificada por la propia dinámica del texto, del lenguaje, de la música de la novela; sí estoy en contra de lo superfluo, de rellenar huecos porque sí.

 

P: Entre muchas otras cosas, ésta es una historia de superación. ¿Intenta Lino ser un hombre nuevo para reencontrar el amor, o es el amor el que salva a Lino de quien ya no quiere ser?

 

R: Creo que es más bien lo segundo. El amor le encuentra a uno, en realidad. Si algo caracteriza a Lino es que casi todo le sucede sin que él parezca controlar nada, desde el disparo que recibe al complot que se cierne sobre él, pasando por los sueños que tiene a diario. ¿Quién no se identificaría con esa falta de control? Lo interesante de Lino es que se entrega a todo ello –no se resiste ni escapa–, y no lo hace de un modo pasivo, con resignación, como podría pensarse debido a las circunstancias, sino que lo hace activamente, en parte gracias a los sueños. Hay cierta lucha en él por integrarse en lo que le sucede, porque sabe que esa es la única forma de dejar de ser quien era. La verdadera lucha del héroe es por cambiar y no por permanecer inamovible, como una estatua de sal. Lino intuye que es el amor, y la añoranza del amor, lo que le transformará verdaderamente.

 

P: La mayoría de los personajes -Lino, Milena, Marsan, Ancona, la Santa, Ramón, y por supuesto,Calio y Fobos- podrían merecer por sus vidas toda una novela. ¿Prepara una biografía completa de cada personaje o se limita a imaginar sólo los datos que precisa para la narración?

 

R: Para que unos personajes sean creíbles y no parezcan meros comparsas deben llevar a cuestas una verdadera historia, con toda su complejidad y matices. Yo me esfuerzo porque el lector no los vea como comparsas solamente. Soy consciente de que con algunos de ellos podría escribir algo aparte, desgajado del libro, algo que sería lo verdaderamente importante de sus vidas, y los datos que utilizo para El corazón del héroe serían tan sólo meras consecuencias de esas vidas aún no escritas. Me interesa sugerir al lector todo eso, como la sombra de una presencia, un pasado que se intuye. Tal vez algún personaje sea rescatado más adelante, para un relato corto, por ejemplo. ¿Por qué no?

 

 

 

P: La reencarnación es un tema importante en el libro. Por un momento, el lector puede llegar a pensar que realmente está leyendo acerca de una existencia pasada. ¿Alguna vez pensó en contar una historia en la que la reencarnación tuviera lugar de manera fehaciente?

 

R: No. No era el tema gue me interesaba. Hay algo, de algún modo metaliterario y que siempre me ha apasionado, en el hecho de que a través de la ficción podamos vivir retazos de otras vidas, identificarnos por un tiempo con unos personajes hasta literalmente encarnarlos, proyectándonos en ellos. Ya se sabe gue eso está en la tradición del teatro clásico griego, y en e! Quijote, claro. El personaje de Lino no sería, en este sentido, un caso muy distinto, salvo gue no parece enajenado y cree recordar de buena fe otra vida. El hecho de darle vueltas al asunto de la reencarnación, de otras vidas posibles, debería hacernos caer en la cuenta de gue en realidad sí vivimos casi siempre varias vidas, aungue todas en ésta, sin necesidad de esperar a morirse para comenzar otra. Hay tantas cosas que le pueden cambiar a uno la existencia, hasta el punto de parecer un nuevo nacimiento, un empezar de nuevo de otro modo: puede ser algo dramático, como un accidente, o un divorcio, un nuevo amor, el hecho de emigrar a otro país, una guerra o el mero paso de los años. Es interesante ver que el que sigue adelante es realmente otro, y sin embargo sigue siendo el de antes, el de siempre, ambos a la vez, una paradoja. Somos seres paradójicos.

 

P: Como el gran Alejandro, Lino busca el secreto gue le devuelva la paz. Como en la mitología clásica, la ilusión -ya sea en forma de ficción, sueño o creencia- ayuda a los personajes a comprender el mundo y dar una explicación racional a lo gue no se puede explicar …

 

R: Exacto. Esa es la función de la ficción. En el fondo: calmar los nervios. El universo es apabullante para el hombre. La realidad -sea eso lo que sea–, es fundamentalmente misteriosa. La ficción, gue es artificio y truco, como un juego de manos, nos ofrece un modelo a escala, algo asumible y más manejable, en donde proyectar los temores para deshacernos de ellos–, y también los anhelos de paz o satisfacción plena. Creo gue siempre ha sido así. Yo suelo imaginar a nuestros antepasados más remotos sentados alrededor de una fogata, rodeados de oscuridad y peligros, escuchando las primeras historias jamás narradas, tal vez episodios de cacerías memorables, de rencillas entre gmpos rivales, gestas de supervivencia y de maravilla ante el misterio de la naturaleza. Todos escucharían con la misma actitud con la que tal vez contemplasen un bisonte pintado magistralmente en el fondo de una cueva, para conjurar algo, para cazar ritualmente a aguel animal esbozado antes de enfrentarse verdaderamente con el verdadero.

 

P: Se sabe gue los escenarios donde se desarrolla la acción son Barcelona y algún lugar de la Costa Brava, pero en ningún momento se ofrecen referencias muy concretas. ¿Busca con ello reforzar el aspecto onírico de la novela?

 

R: En parte sí. Llegué a dudar incluso de esas mínimas referencias, ya gue todo debía suceder en realidad en un “no-lugar”, que es el territorio del sueño y la ficción pura.

 

P: El Déja Vu, la sala de variedades, es casi un personaje más. Incluso cabe imaginar que en algún momento arrancara a hablar. ¿Es aficionado a la magia?

 

R: Sí. Además de la magia, en el sentido de prestidigitación, me fascina el mundo del music-hall, tan próximo en el fondo al del circo, pero en formato cercano y nocturno.

 

La idea de un local con escenario donde pasa algo, pero que además es bar y lugar de encuentro. Creo que el Déja Vu es la fusión de un music-hall y una cava de jazz o un night club, con un ambiente de nostalgia que te acoge pero puede llegar a ahogarte al mismo tiempo, como un canto de sirenas. Es el territorio no sólo del truco y la ilusión, del espejismo y el engaño, sino también de la memoria pantanosa, de la que hay que huir a tiempo porque está llena de fantasmas. Eso cuesta, porque se está bien ahí, como a salvo, aunque embarrancado.

 

P: Una vez terminada la novela, uno puede imaginar que en Hollywood las productoras ya se estarían peleando por los derechos de adaptación. Resulta muy fácil visualizar con nitidez a cada personaje y cada acción. ¿En qué medida visualiza la historia que imagina en el proceso de escritura? ¿Cree que sería fácil adaptar esta historia a la gran pantalla?

 

R: Lo de la visualización es un fenómeno muy subjetivo. Es cierto que tengo imágenes muy nítidas de algún episodio del libro, pero en otros casos hay más sensación que visión, más evocación de atmósferas que descripción minuciosa. Por otro lado, adaptar una novela al cine -ésta o cualquier otra- siempre es difícil. Yo no creo que existan libros más o menos cinematográficos que otros. Lo que sale siempre es otra obra, distinta a la literaria –mejor o peor que ella–, porque el cine utiliza un lenguaje distinto, tiene otros códigos narrativos. En cualquier caso siempre es muy interesante enfrentarse a la historia desde el punto de vista de un cineasta.

 

P: En el diálogo fmal, los personajes que sueñan se preparan para desaparecer y dejar paso a los que vendrán después, pero antes expresan su deseo de ser recordados. ¿En qué medida el sueño que sueña Lino es una metáfora de toda experiencia lectora?

 

 

R: Creo que en gran medida. Leer un libro debería ser una experiencia transformadora, tendríamos que sentirnos un poco diferentes al terminarlo. De otro modo tal vez no haya valido la pena, igual que en una relación amorosa. Hay algo de romance entre un lector y un libro. Si no hay cierto enamoramiento de la historia, casi desde el inico, no se debería seguir adelante. El final siempre es el final, se es otro, pero que parte con el recuerdo de lo leído, en busca de nuevos amores.